En la Cueva de Ardales se encuentra una de las manifestaciones más extrañas de la pintura prehistórica: las manos negativas. "Sólo hay 30 cuevas en el mundo con manos negativas; en la Península sólo hay ocho y ésta es la única en el sur", asegura el investigador Cantalejo, quien explica cómo los hombres antiguos aplicaban la pintura sobre la pared mediante soplidos. "Se sopla la pintura y queda el halo negro en la roca y la mano en el centro", apunta.
La llegada del hombre a estos lares, tierra de caza, fue fruto del enfriamiento del continente hace 30.000 años; buscaban las tierras del sur, aún ocupadas por los últimos neandertales. Y es precisamente en esta época de transición cuando se inicia "uno de los grandes procesos de la evolución humana: la mente, por primera vez, es capaz de representar lo que piensa" y nace el mundo de la imagen y la comunicación gráfica.
Sin embargo, y pese a la creencia generalizada sobre el arte prehistórico, las imágenes naturalistas son minoritarias. Así, sólo se han clasificado 200 motivos realizados de forma naturalista, frente a 4.000 totalmente abstractos. Según Cantalejo, las representaciones de animales y de figuras humanas, como las de Altamira, son minoritarias, pues "pertenecen al final del ciclo artístico prehistórico, hace unos 14.000 años".
En este caso, el 85% de los vestigios "son elementos gráficos abstractos, signos, pero no tenemos la 'piedra roseta' que nos permita descifrarlos". En estas cuevas pueden observarse rayas, puntos, círculos, aspas..., "todo un lenguaje gráfico magnífico, pues usaban más de 30 signos distintos, más o menos como nosotros ahora con el alfabeto".