Del clan del oso cavernario a Málaga: Zafarraya, Periana y Ardales.


La escritora Jean M. Auel se documenta en Zafarraya, Ardales y Periana para su último libro. La norteamericana acaba de publicar "La tierra de las cuevas pintadas", título con el que cierra la saga  "Los hijos de la tierra".
Todo empezó con "El Clan del Oso Cavernario". Allí reconstruyó la vida en la Prehistoria a partir de un terremoto que dejaba huérfana y sola a la pequeña Ayla, una niña de cromañón que encontraría refugio entre los miembros de un grupo de neandertales. Luego sería expulsada del clan en "El valle de los caballos". Entonces, emprendería un viaje que la llevaría a encontrarse con diferentes personajes y aventuras en "Los cazadores de mamuts", "Las llanuras del tránsito" y "Los refugios de piedra". Novelas que hasta el momento conformaban la saga "Los hijos de la tierra" (Maeva Ediciones), con la que Jean M. Auel ha vendido más de 45 millones de ejemplares, tres de ellos sólo en España y América Latina. Ahora, la escritora norteamericana vuelve a la carga con "La tierra de las cuevas pintadas", obra con la que cierra una de las series más conocidas y de mayor éxito de la historia del mundo editorial.
Recién salida del horno, en ella vuelve a hacer gala del rigor científico con el que reconstruye el pasado. Es de sobra conocido el esfuerzo de Jean M. Auel por estudiar palmo a palmo los paisajes y la Historia en la que se desarrollan sus novelas. Y en este último título no iba a ser menos. Hay testigos. Porque a la autora no le importó cruzar fronteras para documentarse a conciencia. Si quería un resultado fidedigno tenía que viajar a España. No lo dudó. Lo hizo en las conocidas cuevas cántabras de Altamira, en el yacimiento barcelonés de Abric Romaní, en Ekain (Guipúzcoa) y en Atapuerca (Burgos)
También Gibraltar y Ceuta
Pero, si quería retratar la extinción de los neandertales, tenía una cita ineludible en el Sur. Del 21 al 23 de junio de 2009 fue a buscar aquellos vestigios en Gibraltar (Gorham Cave), Ceuta y Málaga. Durante un día, recorrió aquí desde el Boquete de Zafarraya, en Alcaucín, hasta los Tajos de Doña Ana, en Periana. Aunque su mayor fuente de información fue la Cueva de Ardales. En ella pasó la tarde. Al fin y al cabo, no solo es la única cueva andaluza incluida en el itinerario cultural europeo de arte rupestre, sino también la que conserva las pinturas más antiguas del mundo. Concretamente, de hace 30.000 años.

Así lo constata el director de la red de patrimonio de Guadalteba, Pedro Cantalejo, encargado de acompañar a la escritora norteamericana; a su marido, Ray Bernard Auel; y a su asesor, el catedrático Lawrence Guy Straus, uno de los investigadores en Prehistoria más prestigiosos de Estados Unidos. Precisamente, fue éste quien contactó con Cantalejo. Ya conocía la cueva, así que sabía que Jean M. Auel tenía que verla in situ.
«Eligieron las cuevas del Sur porque conservan tanto rastros de los últimos neandertales como rasgos gráficos de los primeros sapiens sapiens. En las del Norte, por su parte, es donde se desarrolla el grado alto de los sapiens sapiens. Altamira creó hace 15.000 años y Ardales, hace 30.000. Alguien que se quiera preparar como ella, tiene que documentarse en los dos espacios», argumenta Pedro Cantalejo, convencido de que la autora de "Los hijos de la tierra", «lo que quería ver era las cuevas pintadas, y para ver las de la península, aunque los malagueños vivamos de espalda a eso, hay que venir a Málaga y también hay que ir a Santander».
Desde luego, Jean M. Auel hizo un cursillo acelerado en pintura rupestre de la mano de Cantalejo. Literalmente. Porque, aunque la escritora trajo coche propio, prefirió la guía del investigador malagueño. Y no se despegó de él en todo el día, desde que partieron de Loja a eso de las nueve de la mañana hasta que acabaron en la Cueva de Ardales, allá sobre las siete u ocho de la tarde.
      
Y no subió a la cueva de Zafarraya porque prácticamente hay que escalar para ello... Eso sí, tomó un buen número de fotografías. A Pedro Cantalejo le preocupaba que la autora comprendiera el paisaje de aquella época. Por eso también visitaron la parte más cercana a Granada, donde se sitúa una gran llanura que era el sitio de caza y de abrigo de la entonces Axarquía de Málaga.
Nacimiento del arte
«Estaba muy interesada por el nacimiento del arte, por qué surge, cuáles son las evidencias más antiguas, y cómo había sido en estas latitudes, que es donde está demostrado que vivieron los últimos neandertales y pintaron los primeros sapiens sapiens. Eso no se produjo de la noche a la mañana, ahí hay un proceso humano importantísimo y eso es lo que a ella le importaba conocer», comenta Cantalejo con la curiosidad de conocer el resultado de aquella intensa labor de investigación.
Hace apenas cuatro días que salía al mercado. Como aperitivo, en esta última entrega, Ayla se establece en la Novena Caverna de los zelandonii, de donde procede su compañero Jondalar. Ella hace todo lo posible por encontrar el equilibrio entre sus obligaciones como madre y su preparación para convertirse en líder espiritual y en curandera. Gracias a ello tiene ocasión de viajar y visitar lugares desconocidos, entre ellos algunas cuevas cuyas pinturas la dejan impactada. Y hasta ahí podemos leer. Quien quiera seguir el rastro y buscar los vestigios malagueños en la novela solo tiene que acudir a la librería:
Autora. Jean M. Auel (Chicago, 1936)
Título.  "La tierra de las cuevas pintadas"
Editorial. Maeva.

Diario Sur Digital (Málaga)